Nuestro monarca, ratificado por el Consejo de Ministros, ha concedido al rey de Arabia Saudí, la orden de del Toisón de Oro. La orden dinástica más importante del mundo, había sido concedida a otras personalidades, en su mayoría Jefes de Estado de países democráticos. Particularmente me choca esta concesión a este monarca, no sólo porque en su origen fuera una orden para defender la religión católica, si no porque se trata de una sistema autocrático, en cuyo seno se ha promovido alguna de las más radicales ramas del islam, como es el wahabismo. Un país, donde no existe libertad religiosa, estando prohibida incluso el derecho de reunión privado para fines religiosos distinta de la religión oficial.
Hace unos días esta orden se concedió a Adolfo Suarez, por sus sobrados méritos, con motivo del trigésimo aniversario de nuestra democracia. En este caso fue antes la de la arena que la de cal. En una época donde la falta de democracia y libertad, son razones de primer orden para hacer un distingo entre los estados, afectando a sus relaciones internacionales, tendría que tener más cuidado el Jefe de Estado, de a quién elige para estos temas aunque se tenga buenas relaciones personales.
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