En esta legislatura, hemos pasado de un primer año estacionario, en el que no se hizo nada, a otro que se está haciendo de todo. Zapatero ha tensado muchas cuerdas, en demasiados escenarios. Gobernando para minorías de todo tipo, el PSOE busca una estrategía para mantener su electorado obtenido en las últimas elecciones.
La izquierda, es más abstencionista que la derecha. El efecto de la matanza del 11M, de la que todavía falta mucho por aclarar, produjo una movilización en la izquierda más radical, de al menos un millón y medio de personas, que fueron los que le dieron la victoria. El PP por el contrario, mantuvo la fidelidad del grueso de su electorado casi intacto. Sabedores de que este préstamo puede amortizarse en un ambiente de tranquilidad, la tensión se ha convertido en la moneda de cambio para lo que nos queda de legislatura. Estos grupusculos de la izquierda más extrema, se ven cortejado con distintos guiños. El republicanismo, el anticlericalismo, el federalismo, los derechos de los monos, el antiamericanismo, el lobby gay y ahora el transexual... No son siempre cortinas de humo, como pudiera parecer, sino la búsqueda de la fidelización en estos sectores, con una apuesta más radicalizada y maximalista.
A ello se añade el intento de deslegitimación y marginación de la oposición. El pacto de Tinell, la descalificación constante de José Blanco a rivales políticos, diciendo que son de extrema derecha o la recuperación maniquea de la memoria histórica, pretenden dejar en fuera de juego al centro derecha español. Los nuevos estatutos negociados, dan preferencia en la agenda monclovita a cualquier partido nacionalista del arco parlamentario, antes que a los populares. Al gobierno incluso, no le faltan escrúpulos para negociar con ETA sin que esta muestre intenciones de arrepentimiento.
En este escenario, al PP le toca jugar la baza de la moderación. La radicalización de la izquierda, no sólo produce la fidelización de este extremo, sino también un efecto rebote en la derecha, en la busqueda de fragmentarla y de criticar a sus líderes por inacción. La prudencia de Rajoy, aunque a veces no sea lo que más desearían algunos, es una opción para ganar por el centro, moderado e indeciso, lo que Zapatero gana por la extrema izquierda. Especialmente, en un país que sociológicamente se considera mayoritariamente de izquierdas. En ese escenario estamos: Zapatero estirando, hasta el límite de la elasticidad y Rajoy esperando. Será cuestión de tiempo ver quién tiene la estrategia correcta, pero lo que se juega en esto, es algo más que unas elecciones, cuando se pone en jaque conceptos básicos en la convivencia de España.
21.6.06
ANALIZANDO ESTRATEGIAS
Escrito por Burke a las 8:04 a. m.
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